GASTRONOMÍA

«El Chef, la receta de la felicidad», una película de Daniel Cohen.

Esta obra cinematográfica estrenada recientemente ha tenido comentarios de todo tipo, tanto a favor como en contra, pero ese es el fin del arte, que una obra no pase desapercibida. Coproducción franco-española (2012), de 85 minutos de duración, dirigida por el director galo Daniel Cohen no deja de ser una comedia divertida que utiliza la gastronomía para contar una historia de amor.

Su enfoque gastronómico ironiza bastante sobre las nuevas tendencias de las artes culinarias presentando diversas actitudes frente a estas corrientes. A destacar el papel del joven cocinero Jacky Bonnot (Michaël Youn) que sueña con triunfar en un gran restaurante. Pero su precaria situación económica le obliga a aceptar trabajos como cocinero que ni siquiera consigue conservar. Su perseverancia y pasión le lleva al triunfo.

SINOPSIS:

El chef estrella Alexandre Vauclair (Jean Reno) no se entiende con la nueva dirección de la empresa propietaria de su restaurante con 3 estrellas Michelin, que prefiere apostar por la nueva cocina molecular en la carta. Poco a poco los miembros del equipo de cocina de Alexandre son despedidos. Vauclair se encuentra desesperado y sin ideas para el nuevo menú que puntuarán los críticos gastronómicos de la Guía. Alexandre necesita inspiración y un nuevo ayudante. Y entonces conoce a Jacky, un aficionado a la alta cocina, autodidacta, obstinado y con mucho, mucho talento, que se convertirá en un asistente muy especial que le ayudará a recuperar su inspiración y a defender la cocina más tradicional.

Aporto esta crítica publicada en El País; Gastronotas de Capel (24-12-2012)

Por: José Carlos Capel *

Acabo de ver esta película de la que había escuchado algunos comentarios. Discrepo de aquellos que la tildan de malísima. Me ha parecido una comedia divertida que no tiene desperdicio. Al menos para los que nos gusta la cocina. Al margen de su calidad cinematográfica, el argumento y los diálogos caricaturizan parte de un mundillo que me resulta cercano. La producción es hispano francesa, la ha dirigido Daniel Cohen y la interpretan Jean Reno, Michaël Young y Santiago Segura. El argumento es de una actualidad que revienta.

Un gran cocinero francés — Alexander Lagarde –, narcisista y autoritario (¿a quién se parecerá?), laureado con tres estrellas en Paris, se enfrenta a una crisis creativa que puede llevarle a la ruina si pierde uno de los preciados “macarones”. Casualmente se cruza en su vida con un chef autodidacta, Jacky Bonnot, despedido una y otra vez porque nadie entiende su cocina. El grupo financiero propietario de los restaurantes amenaza con romper con Lagarde si no supera la prueba de dos críticos apasionados de la cocina molecular, territorio que Lagarde ignora.

Forzados por las circunstancias Lagarde y Bonnot recurren a Philippe Ortiz (Santiago Segura), un especialista en nitrógeno líquido, gelatinizantes y demás recursos tecno que ha aprendido con cocineros españoles. El tal Ortiz (que según mi amigo José Peñin podía representar a Dani García) les enseña a atomizar un pato y otros trucos que terminan en fracaso.

En la siguiente experiencia tecno acaban en el restaurante de un chef inglés (presunta caricatura de Heston Blumental) donde se desarrolla una de las escenas más hilarantes.

Al final, Lagarde deja solo a su ayudante que enamora a los críticos con platos de base tradicional y resolución moderna, lo que denominamos tercera vía. Renuncia a la presión de las estrellas y termina haciendo recetas de su juventud en un restaurante de pueblo (Nevers) Algo parecido a lo que llevó a cabo Olivier Rollinger en Normandía. En definitiva, un guión inspirado en el gran circo gastronómico europeo.

Al concluir la película he apuntado algunos detalles que me han parecido relevantes:

a) El gran chef Alexander Lagarde haciendo el “tour” de la sala para recibir aplausos (alusión al ego de no pocos cocineros)

b) El cliente que le pregunta al chef cómo tiene que comerse el plato (sátira de esas recetas que se sirven con manual de instrucciones)

c) El chef Lagarde descontento con una receta suya porque no le emociona nada (frase gastada)

d) Los ejecutivos del grupo financiero que le dicen a Lagarde que utilice ingredientes baratos y congelados para legitimar su uso por la industria (¿cuántos altos chefs europeos están vinculados a productos populares?)

e) La hija del gran Alexander Lagarde que ingiere comida basura (contraste de generaciones)

f) El miedo a perder las estrellas (temor generalizado en el gremio)

g) El chef Lagarde en un programa de TV (el rollo televisivo de tantos profesionales)

h) La frase que le suelta un jefe de partida a Jacky Bonnot: las recetas no se cambian (testimonio del viejo inmovilismo francés)

i) La identificación de la “cocina molecular” con la cocina española de vanguardia (error de bulto propiciado por los franceses)

j) El comentario que hace Philippe Ortiz (Santiago Segura) a un cocinero: esto es cocina molecular no es lo que hace Martín Berasategui (acierto al diferenciar estilos)

k) La defensa de la sencillez en las materias primas. Con la despensa vacía Jacky Bonnot recurre a un colmado próximo al restaurante con cuyas verduras enloquece a los críticos.

l) El éxito del equilibrio (tercera vía como tendencia del futuro) que los críticos resumen en una frase: “la mezcla de cocina tradicional y molecular nos ha dejado alucinados”

José Carlos Capel se licenció en Ciencias Económicas, pero lo que realmente le gustaba era cocinar. Lleva 25 años ocupándose de la crítica gastronómica de El País y preside Madrid Fusión. Después de haber escrito decenas de libros, ha convertido su afición en un modo de vida.

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